Anémona
La playa estaba desierta. El mar de un color gris
oscuro, con numerosas olas, no invitaba a sumergirse. Una costa sinuosa y la
proximidad de las rocas era semejante a la Caverna de Benavides de Millaneco. Matorrales
de plantas rústicas coronaban algunos médanos creando un marco verdoso al
paisaje marino.
Caminaba sin rumbo con esa necesidad que tenemos
muchas veces de comunicarnos con la naturaleza para aclarar nuestros
pensamientos y equilibrar el razonamiento con los sentimientos. El viento
impactaba en mis ojos arrancando lágrimas que se deslizaban por mis mejillas.
No estaba triste, sólo confundida. Tenía que tomar una resolución y no me
decidía. Los sentimientos primaban sobre la razón y el mar me traía recuerdos
del río Lebu donde juntos recorrimos su costa tomados de la mano.
Ya iba oscureciendo. Debía volver para poder
encontrar el camino de regreso entre los médanos. La decisión la tomaría
mañana.
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