sábado, 16 de noviembre de 2013

CIERRE DE RECEPCIÓN DE TRABAJOS 2013


Ayer, a las 23:59 horas de Chile, se cerró la recepción de trabajos del II Concurso de Microcuentos Lebu en pocas palabras. Un total de 169 títulos fueron admitidos a concurso, superando con creces la convocatoria de la edición anterior. 

Ahora, el jurado compuesto por Claudia Pino, Directora del Festival Internacional de Cine de Lebu; Viviana Flores, profesora de Lenguaje de la Escuela Rebeca Castro de Lebu y el profesor de Filosofía, escritor y poeta de Concepción Herman Johnson Armijo, tendrán que evaluar cada uno de los trabajos participantes. 

Asimismo, recordamos que el microcuento con mejor valoración del público será considerado entre los ganadores. En los próximos días daremos a conocer la fecha de publicación de los resultados. Los invitamos a leer y comentar los trabajos de esta edición 2013 de Lebu en pocas palabras.     

169 RODAÑOS

Raava

Acostado sobre un arenal blanca con una piedra gigante al lado mío, contemplando un día con un cielo muy celestial, me pregunto por qué  el mar es gigante, si en el fin del mundo no es así, las gaviotas parecen felices, y a lo lejos veo unos niños jugando, quiero ir corriendo donde ellos, pero una señora con un  chamal me mira y me da miedo, me escondo para que no me vea, pero me grita mari mari peñi pewmafe, de repente pego  un grito donde todos mis compañeros me miran, en el pizarrón dice “conozcamos Lebu”,  y el profe de historia me ha pillado de nuevo, ¡ me he quedado dormido otra vez! .

168 LEBU - LEBU - LEBU

Pilar Lorenzoni

¿Qué ocurre Alicia? pregunta mi madre, quien con su rostro pálido, ojos penetrantes y abiertos, aceleradamente repite incesablemente Lebu- Lebu- Lebu, en sus ojos había una convicción y seguridad que no comprendía.

Hoy, 2 años después comprendí que mi hermana sabía que un talento nacía, sin embargo no sabía que Lebu lo originaria.

167 SE ABRE EL TELÓN

Sin Seudónimo

Hola a todos
Soy la conciencia
He venido a invitarlos a un viaje por otras dimensiones.
Primero que todo quiero que respondas a la siguiente pregunta.
¿Haz experimentado alguna vez estar físicamente en un lugar, pero tu mente en otro?
Pues bien, este es un claro ejemplo de experimentar ser conciencia.
Necesitamos ayuda, el mundo de la conciencia y los humanos se ha alejado bastante, y es una mala noticia para quienes buscamos la perfecta sincronización entre lo terrenal y lo divino. Ambos somos parte de una gran familia llamada energía intergaláctica, que a su vez traspasa todas las leyes físicas y cuánticas, uniendo en un solo corazón las distintas manifestaciones de vida habidas y por haber.
Tú alma es un enorme telón, en busca de creaciones que reflejen tu conexión ancestral con lo divino.

Hoy la conciencia vibra gracias a oportunidades como la que se está viviendo hoy en Lebu.

166 CARBÓN y MAR

Ernesto Larraguibel Antúnez

Juan Valdebenito, viejo minero de Lebu, ahora reconvertido a pescador artesanal. Cada madrugada al zarpar su  bote, su pasada vida subterránea  viene a  navegar con él. Desde el océano, ve allá, en tierra firme, como  yacen vestigios de las entradas a las  minas de carbón abandonadas, ahora ya sin vida. Los socavones y los piques fueron  testigos silentes de como su niñez, infancia y juventud quedaron en los grises túneles e interminables galerías. Allí también, las vidas de algunos compañeros, descansan para siempre, tras una traicionera explosión provocada por su enemigo acérrimo: el indeseado grisú.
Así y todo, Juan recuerda con nostalgia los días de casco, lámpara, cara tiznada, torso desnudo e hijos abrazándolos a la salida.

Las luces de las linternas de otros botes  moviéndose a través de la niebla, sacan de sus evocaciones a Juan,  ellas anuncian que  han llegado a la zona de pesca, elegida para hoy…

165 UN SÁBADO POR LA NOCHE

Mitchel Lazzús
Hace mucho tiempo que no llovía tanto. El cansancio y el alcohol me tenían tan derrotado que los ojos se me cerraban solos. Cada vez llovía más fuerte y el antiguo Volkswagen del abuelo dejaba pasar el agua por las ranuras del parabrisas. Unos kilómetros más allá se divisaba el Puente de Lebu. La oscuridad de la noche y el sonido de la lluvia me adormecían aún más. Prendí la radio para mantenerme despierto. Tocaban una canción de Ke$ha.
"Let's make the most of the night like we're gonna die young"
Aceleré al ritmo de la música. De repente se me nubla la vista y veo una luz inmensa que en fracción de segundo se agrandó tanto que me dejó enceguecido. Mi entorno se hizo bosque y vi unos indígenas bailando la ronda. De pronto comencé a mojarme y pensé ver el salto de Gualgalén. Luego se apagó la luz.   

164 YA NO MÁS

Ángelo Garmendia

No está la señora Rosa del almacén, solo una cajera de mirada despreciativa tras una registradora; no están los hijos de don Luis saludándome en las mañanas al salir de la casa, solo paredes blancas cerradas en todo el pasillo del departamento; no están los enormes caminos rurales con frescas brisas y sombras de frondosos árboles, solo frías calles atestadas de transeúntes que te obligan a avanzar sin detenerte; no se ve el bello cielo azul despejado con bellas nubes blancas que llaman a la imaginación, solo un grisáceo techo sobre nuestras cabezas en donde el sol no puede penetrar entre los enormes edificios; es la forma que tiene la vida de decirme que Lebu quedó atrás y que estoy en la gran capital.

163 LA PANORÁMICA DE UN EBRIO

Ángelo Garmendia

Me dijo que me fuera para la casa, que estaba muy curao´ y no quería verme así. Yo no sé como esperaba que volviera en ese estado, cuando me echó no pensó en eso. Debe ser por eso que llegué hasta el mirador del cerro La Cruz, ya fuera por borrachera o nostalgia, recordé el momento en que frente a las playas, los ríos, y toda la panorámica vista del valle de Lebu, fue mía por primera vez. Ahora solitario, la misma vista marcaba el inicio de una vida solo. Pero con esta bella panorámica frente a mi no puedo deprimirme; seguiré tomando un rato más junto al cañón de la plaza.

162 FRANCOTIRADORAS

Ángelo Garmendia

Temprano llegan a ubicarse a lo más alto de la instalación. Con cuidado y maestría preparan sus disparos; apuntan, calculan  la velocidad del viento y disparan con gran precisión. Un escolar haciendo la cimarra, cien puntos. Una señora con su bebé en brazos, quinientos puntos. Un ejecutivo apurado por llegar a una junta, el premio mayor, mil puntos. Y mientras la gente asqueada comienza a limpiarse, ellas se ríen con su incesante cucurrucu sobrevolando el lugar. Así pasan el tiempo las palomas en el terminal de buses de Lebu. 

161 MI AMIGO DE LEBU

Sofía del Valle

¿Qué  traes  en  tu  mano?
Mi  madre  me  preguntaba  y  en  una  olla  de  greda  el  almuerzo  preparaba.
Es  un  trozo  de  carbón  brillante  como la  noche,
Me  lo  ha  regalado  un  niño  que  ha  llegado  a la  escuela.

¿De  dónde  es  ese  niño?  y  ¿Por qué  ha  venido  de  lejos?
Preguntó  otra  vez  mi  madre  mientras  secaba  unas  ropas  al  fuego  de  un  bracero.

Viene  de  un  pueblo  lindo  y  dice  que  harto  lo  extraña,
Cuenta  que  un  río  veía,  desde  la  ventana  de  su  casa.

Su  padre  se  vino  aquí  para  ganar  más  dinero,
Le  prometió  volverán,  en  cuanto  cambien  los  tiempos.

Y  ¿Cómo  se  llama  ese  pueblo  de  donde  ellos  han  venido?
¿Te  dijo  acaso  su  nombre?  ¿Te  dijo  si  como  aquí,  allá  también  hace  frío?

El  pueblo  se  llama  Lebu  y  no  debe  importarle  el  frío…

Porque  sólo  me  hablo  bonito  de  su  pueblo  Lebu  querido. 

160 EL GURÚ

Mistic

El flamante e innovador gurú haciendo ostentosidad de su poder se clavó en los orificios nasales dos espadas, en la boca cincuenta chinchetas, en las orejas dos varas de hierro, para hacer comprender a sus discípulos que todo puede superarse, que nada es inalcanzable. Seguido señaló en un mapa que podría ir volando hasta Lebu y volver en menos de lo que tarda un avión ida y vuelta. Nadie le creyó, ni el mismo estaba convencido. De todas formas se levantó y dirigiéndose a todos los que le escuchaban les dijo que nada era imposible.
-¿Y por qué nos ha mentido?, dijo uno de los asistentes. 
-Nunca miento. Todo depende de vuestra percepción. Fui y volví en el momento que os dije que marcharía.

El silencio se abate en la sala.

159 EL ÁRBOL DE LOS GIRASOLES

Pato Momo

En un pequeño pueblo llamado Lebu, cerca del río una peque casa sobre un árbol se observa.
Ahí vivía una anciana que era capaz de arreglar huesos, y realizar medicina a ciertas enfermedades.
Un día Kiki, una niña de doce años, fue a visitar a la anciana. Era la única persona que se preocupaba de aquella viejecita. Kiki no tenía muchos familiares, su tía se hizo cargo de ella cuando aún era bebé, así que Kiki quiso a esta anciana como su abuelita.
Pero la anciana pretendía que Kiki fuera su sucesora y quedara a cargo de Lebu (el árbol), que hacía mucho tiempo no podía florecer, pero si éste florecía beneficiaría a toda a ciudad con muchas frutas y muchos peces. Kiki le cantaba a Lebu un tema de cuna que su tía le enseñó, aquella canción le gustó a Lebu dando hermosos girasoles de colores trayendo prosperidad y felicidad.


158 INCLUSO HOY REPITO LO QUE HICE AYER

Astrid Ramírez

Estoy caminado ¿me imaginas caminando?, he insistido en que es de suma importancia visitarlo en su casa, me ha dicho que podrá atenderme solo unos minutos. Golpeo su puerta y no puedo poner freno a mis expectativas ¿me sonreirá? Me invita a pasar, me indica donde sentarme y que beber, es cruel pero atiende bien a los invitados. Comento algo casual, comento que en verano tengo planeado ir a Lebu, ¿te gustaría ir?, arriesgue todo, me observa y hace un gesto que me confunde, tengo taquicardia, él me altera, pienso lo que él me hace pensar. Se sienta a mi lado y comenta algo pero no le entiendo. Lo miro hablar, mis ojos lo reflejan siendo tal cual es, cruel. Me mira, sus ojos oscuros me hacen sonreír. Desvía la mirada y rechaza mi invitación, su presencia duele, pero su ausencia es el comienzo de algo más doloroso.
do men�cn: 0< jaros y goteo de lluvia.


Unos brazos extendidos, cientos de ellos unidos en una madeja, que surca la tierra y enraíza. Raíces de un pasado hecho presente, rayos de sol que la bañan, nubes que  aportan esencias, y viento que mece banderas donde solo hay esperanza, la esperanza de Lebu.

157 SIN FRONTERAS

Mistic

Tres rayos de sol, cuatro nubes que vagan.
La sonrisa de un niño esparcida encima de la mesa, y una juerga de medianoche. Estrellas que vagan por el firmamento. Estrellas que se encienden y apagan en la ciudad. No hay fronteras, ni miedos. Olor a flores que llevan, esencia de agua que corre, en una torre elevada que la hizo crecer.
Leyendas de un pasado, amado, sentido, colgado de un mástil que ondea sobre la virgen tierra bañada de aguas cristalinas. Sonetos en do menor, canto de pájaros y goteo de lluvia.

Unos brazos extendidos, cientos de ellos unidos en una madeja, que surca la tierra y enraíza. Raíces de un pasado hecho presente, rayos de sol que la bañan, nubes que  aportan esencias, y viento que mece banderas donde solo hay esperanza, la esperanza de Lebu.

156 EL LABERINTO

Angélica Adriana

Esta vez soy un ratón, encerrado entre un par de muros inmensos e interminables a mis costados, ¡sí! Como esos de laboratorio que los utilizan para experimentar; empiezo a caminar, esperando llegar al final, si es que existe y obtener mí recompensa. Soy como esos detectives que intentan seguir un rastro para hallar el camino correcto y viven haciendo preguntas ¡como yo!, ¿qué camino escogeré? ¿será este el correcto?, no puedo equivocarme o… Esta vez me juego mi honor, estoy en la búsqueda de un tesoro como en Lebu. Sólo me queda conectar unas líneas, sigo el aroma y… ¡llegué al queso! ¡te gané Pablito! ¡te gané! Que dices ¿jugamos de nuevo?

155 FOTOGRAFÍAS

Angélica Adriana

Ahí estaba, sentada en el suelo, sosteniendo un par de fotografías en su mano y otras muchas regadas por todas partes; pero ¿quién era esa mujer abandonada en un rincón de la sala tan triste y con su mirada llena de lágrimas?... era mi madre, refugiada en sus pensamientos como Benavides en la Caverna de Lebu, reviviendo el pasado que fue con cada fotografía; de pronto se detuvo en una, la imagen de cuando era niña y recordó los sueños que nunca cumplió… y se lamentaba. Ahí estaba yo parada, observándola en silencio y supe que al crecer me sentaría en un rincón de la sala a mirar fotografías del pasado y lamentar lo que nunca hice, eso es lo que hacen los grandes, pensé.

154 HIJOS

Cala

Hoy día de la Virgen del Carmen, festividad de mi mujer y mi hija; mi primogénito es el nuevo hombre de la familia, centro de las miradas del otro bando, y chivo expiatorio para los caciques del pueblo.
A mi hija, mi razón de vivir y la niña de mis ojos; hace un año por ahora;  la violaron  unos esbirros. Un reactivo de  lágrimas, hambre, y soledad sin padre; ha sido la alquimia perfecta para prostituirse.
Mi hijo pequeño,  ocho años, mi mismo nombre y pelo rubio rizado; me visita y llora en mi celda. Hoy nos vemos por última vez. Estas despedidas en la cárcel acercan y separan los cuerpos para siempre. Me rompo con el grito sordo de mi hijo, ¡retumba junto al de su  madre! Después se marchan en silencio.

Sollozo. Me ahogan  mis pulmones enfermos. No me despedirá esta noche el paredón del cementerio de Lebu. 

153 LA VERDAD SOBRE BENAVIDES

Nick Winstead

“Muchos  callan  la  verdad  de  Benavides,  la  razón  de  su  ser,  sanguinario  sin  piedad  y  escondido  al  fin  del  mundo  colonial;  todos  creen  lo  que  ven  o  escuchan   sin  antes  preguntarse  ¿Cómo  pudo  ser  posible?  La  verdadera  historia  de  Benavides  fue  cruel  como  sus  asesinatos;  él  era  un  campesino  vivía  a  pocos  kilómetros  de  la  ciudad  de Lebu,  tenía  una  maravillosa  esposa  y  dos  hijos  varones;  pero  un  día  la  guardia  realista  le  realizó  una  visita  a  su  hogar  sacando  su  familia  a  la  fuerza  y asesinándola  frente  a  sus  ojos,  entonces  Benavides  firmo  un  pacto  por  su  vida; juraba  lealtad  a  la  realeza  española  y  matar  al  patriota  que  se  le  cruzara  por monedas,  así  hizo;  un  día  Benavides  se  esfumo  pero  antes  escondió  todo  su  oro  y  plata  en  esta  caverna  pero  nadie  sabe  adónde”  le  dije  eso  y  el  turista  se  alejó interesado  adentrándose  más.

152 EL VIAJERO DE LEBU

Nick Winstead

El  bus  se  detuvo  en  la  plaza  de  armas  de  Lebu,  un  viajero  un  poco  tímido  se  bajó       del  bus,  camino  algunos  pasos  y  se  detuvo  un  momento  para  llenar  sus  pulmones  de  aire  y  exhalar  lleno  de  satisfacción  al  observar  su  entorno,  abrió  un  mapa  un  tanto  arrugado  y  señalo  con  el  dedo  un  lugar  saco  el  mapa  de  su  vista  y  miro  a  lo   lejos  el  Cerro  de   la  Cruz,  comenzó  a  caminar  en  dirección  hacia  el   lugar,  observaba  sus  alrededores  y   contemplo  aquella   bella  ciudad,   habiendo  caminado alrededor  de  quince  minutos  subió  un  cerro  un  tanto  inclinado  despacio  pues  quería enmarcar  los  momentos  en  aquel  lugar,  habiéndose  encontrado  en  la  cúspide  del cerro  se  acercó  a  una  orilla  para  contemplar  todo  el  paisaje  pero  solo  duro  unos momentos  pues  el  tiempo  no  alcanzaría  visitar  todo  Lebu. 

151 EL ACUERDO

Amigo Gallego

Allí estábamos ante el ilustre juez; leyó con parsimonia el testamento y todos aceptamos la voluntad de aquel acuerdo. Una vez leído, nos llevó a  la Piedra Bramido del Toro, en la que había  una mesa, con sus cenizas sobre ella.
Tomó la palabra y dijo: _ Cuando la tristeza  llama a nuestra puerta, siempre  entre caballeros, echar al aire las cenizas de nuestro difundo amigo, es un acto de cariño y respeto.
_Ésta urna así alzada, significa el sentido de tener entre las manos nostalgias de pasados que, con aromas de cielo, envuelven el corazón de gratos recuerdos_, y un silencio enmudeció nuestras almas .Así son las despedidas, pensé, las autenticas, las que encierran las verdades y los sentimientos.

Y al esparcir sus cenizas el viento en este  lugar mágico de Lebu, pudimos oír por última vez  el susurro de su voz como un sueño  que despierta  nuestros  anhelos.

150 LOS PIES SOBRE LA TIERRA

Siberiana

El hombre, encorvado por el peso de su carga, camina descalzo sobre el pedregullo de un sendero de Lebu.
Sus pies, aunque callosos por el duro trabajo de años, sangran.
El pesado baúl de hierro -que dobla su espalda- contiene cientos de pares de zapatos. 
Y él lo sabe.


149 LÁGRIMAS DE VIDA

Desde el otro lado

Ese tic tac que escuchábamos hace rato nos indicaba  que el silencio de una desgracia estaba muy cerca; mi madre, entre esos gritos iniciales por un duro parto, dio paso a esa angustia que clama  escuchar el silencio de  un latido vencido, sin un lamento, o un entuerto quejido.  
Escuchar ese sonido nos traslada a  un tiempo que se  para, la muerte por un fracaso de vida que nos roba la esperanza, nos desangra nuestra ilusión  y el tiempo se hace eterno, aunque los relojes de esta espera no dejen de recordarme que el tiempo se escapa.

Pero el milagro nos sorprendió a todos cuando aquel hombre que decía  que venia de Lebu, le administró aquel remedio casero y mi hermano recién nacido y madre volvieron a la par a llorar una vez mas en nuestro mundo, unas lágrimas que ahora eran el signo de la alegría.

148 EVOCAR

Sundowner

Ismael mencionaba Lebu a menudo. Yo, lo identificaba como un lugar onírico, en la mente enferma de un viejo que moría en la cama de un hospital, en la lejana España.
En momentos de lucidez, hablábamos largo rato.
Relataba sus aventuras en viajes de juventud al Sur -como él llamaba a Chile.
Contaba, que entró en tren por el Cristo Redentor después de un largo viaje desde Barcelona en barco, huyendo de su realidad.
Ese lugar, Lebu, imaginario para mi, le causo gran efecto y, ya senil, pensaba en él a diario. Hablaba de los Mapuches, del mar, de los piratas y las ballenas, de mercados, de islas y de colores que le impresionaron.
Esta mañana, yo leía a su lado Moby Dick. Levantó la vista, tomo aire, agarró el libro entre sus manos temblorosas y dijo: “La ballena blanca también estuvo allí”.

Cerro los ojos, sonrió y nos dejó.

147 QUILTRO DE ASALTO

Antonio Paz

Bermúdez gozaba con eso. Era el regalón del jefe. El sapo. Andaba atento a los atrasos, a los comentarios arriesgados, al rebelde de la oficina. Era serio en su papel, un buen perro de asalto para el jefe de sección. Eso fue hasta que la contracción económica hizo lo suyo: ajuste de costos.  Salió con otros más en un finiquito de oprobio entre las risas de sus víctimas anteriores y la indiferencia del funcionario de la Inspección Provincial del Trabajo de Lebu que ni siquiera leyó su nombre en la nómina flaca del recorte presupuestario que hizo el gerente nuevo: el hijo del dueño, quien el mes anterior se había titulado finalmente de Ingeniero Comercial gracias al staff de abogados complacientes que le puso su papito.

146 EL ABRAZO

Antonio Paz

Como nunca el avión despegó a tiempo. Los dos permanecían silenciosos en asientos contiguos, palpando por separado los contornos del desenlace que ambos presentían inevitable. El rascaba sus manos a causa de una ansiedad largamente arrullada en intentos de desencanto que terminaron por eclipsar el brillo de su esperanza amarilla en un reguero de años marchitos. Ella dejó escapar su mirada por la  ventanilla, condensándola en las nubes tristes que abandonaron. En la primera escala, el aeropuerto de Iquique los sorprendió llorando en el último abrazo de amor. Ella desembarcaría allí con sus nueve años de edad donde la esperaba su padre. Su abuelo, en cambio, que se quedó sentado y aferrado a su gargantilla con la imagen en colores carbón de la virgen de Boca Lebu que llevó colgada desde su nacimiento, continuaría vuelo hasta Santiago donde lo esperaban su hija, el pabellón quirúrgico, un oncólogo y su pronóstico devastador.

145 INTROVERSIÓN

Siberiana   

  Intenté sacarme las gafas pero las patillas se habían fundido en mis sienes.
  Quise desabrochar la camisa, mas los botones estaban bajo la piel.
  Los zapatos formaban una sola pieza con mis pies y el pantalón se cubría de vello.
  Las manecillas del reloj pulsera se desplazaban bajo las venas.
 Los cabellos rebeldes, desordenados por el viento de Lebu, sojuzgaban al sombrero de fieltro.
  La cruz de plata, con la imagen de Cristo, latía dentro del corazón, a su ritmo.
  Las gotas que teñían la alfombra de rojo me recordaron el cuchillo que llevaba calzado en mi cinturón. 

144 DESTINO INFALIBLE

Siberiana     

 Me indicaron nítidamente el lugar, lo señalaron con el dedo índice, en forma inequívoca.
Intenté dirigirme hacia el lado contrario pero me detuvieron y me anotaron el sitio con letra clara y precisa sobre una hoja de blanco papel; con la instrucción hice un bollo compacto y lo boté.

Me lo explicaron en la cara, con gestos y ademanes, sin rodeos; y yo simulé no entender.
Soportaron mis miradas esquivas y mis fingidas distracciones.
Comprendieron mi angustia.

Fueron pacientes y por momentos enérgicos. Pero debo admitir que siempre fueron contemplativos, hasta el último momento cuando me acompañaron al sitio indicado, tomándome suavemente del brazo y ayudándome a descender a una tumba, con mi nombre tallado con bellas letras góticas en la lápida de mármol veteado, del cementerio de Lebu.

143 EL COMBATE DEL NIÑO

Phaebos
-  ¡Atrás, monstruo!
 El joven lanzaba golpes mientras la enorme serpiente marina mostraba sus hileras de colmillos.
 La serpiente rugía estruendosamente mientras intentaba darle al bote con la cola. El joven se mantenía firme mientras lanzaba golpes y gritaba improperios contra la serpiente.
 La serpiente, de pronto, logró darle al bote y lo movió bruscamente.
-   ¿Necesitas algo de ayuda? – preguntó una voz.
-   No – dijo el joven. – Ya acabo.
 Tomó impulso y, gritando “Lanza de Baccaap”, lanzó el arpón con una fuerza tal que atravesó a la serpiente y la mató.
-   ¡Listo, papá! – dijo el pequeño mientras se bajaba del bote, abrazaba a su padre y a su tío, y se iba a casa.
-   ¡Vaya que lo lanzó lejos esta vez! – dijo el tío.

-    Sí – respondió el padre. – Por suerte, lo podemos sacar de donde cayó – agregó. –Me alegra que todavía queden mentes soñadoras en Lebu.

142 INSTANTÁNEAS

Amlapura

Llegaste desde Lebu con tus ojos de mar y tu piel de arena. Era una tarde de ventisca susurrante.
- Vengo de la Ciudad del Viento.
Eso dijiste la primera vez que me abrazaste un tango.
- Todo viene del viento.
Me murmurabas al oído entre milonga y milonga.
Bailamos tantas veces durante tan poco tiempo… Siempre con la pasión del huracán.
- Todo pasa por el viento.
      Pero un día te fuiste. Así, de repente, como el mapudungún arrastrado por la corriente a su cauce.
      Todo ese tiempo arrancaste a tu paso suspiros y deseos, que te llevaste al retornar a Lebu.
      Te despediste después de un último abrazo de brisa.

-Todo vuelve al viento. 

141 UN MOTIVO PARA ESCRIBIR

Phaebos

Como profesor de matemática, a Pab solían invitarle a hacer charlas muchas escuelas. Esa vez le invitaron a una charla en una escuela de Lebu. No como profesor, sino como observador. No una charla de matemática, sino de redacción para niños.
Como escritor ya sin mucho tiempo para escribir, a Pab le encantó la idea de asistir. Hizo maletas y viajó a Lebu.
 En una actividad de la charla, se les pidió a los alumnos escribir una versión propia de alguno de sus cuentos favoritos. Cual no fue la sorpresa de Pab cuando se le pidió a una alumna leer su versión y esta contara una versión de un cuento que el propio Pab había escrito.
Aquella noche, Pab canceló muchas charlas y, desde entonces, solo aceptó pocas por mes. Decidió tener tiempo para escribir.

 Dos meses después, se vio a Pab, sonriente, presentar su libro de cuentos en una librería.

140 MI OTRO YO

Azul

El algodón embebido en crema deja sobre el maquillaje una franja que  descubre la cicatriz. El desmaquillaje, es una ceremonia lenta y dura. El espejo me devuelve una mirada hueca y un rostro ausente. ¿Cuándo fue que el cristal se robó mi cara?
El algodón en el piso es una máscara que me mira sonriente.

Después de la función me pierdo en la noche de Lebu. En la oscuridad juego a imaginar la risa.

139 DECAPITADO

Roñas

Desde que en Lebu implantaron la guillotina, la gente intercambia la cabeza. Es muy fácil perderla, sobre todo los días de viento. Cuando el aire se pone a soplar con fuerza, los cráneos ruedan por el suelo y suben por los aires junto a los globos y las bolsas de plástico. Aparecen en cualquier lugar. Posadas sobre las ramas de los árboles, en los tejados o flotando en las charcas. Algunos prefieren ir a trabajar sin ella y les cuesta mucho concentrase. Yo, ayer, perdí la mía y ahora no llevo nada sobre los hombros. Aun así, no hay mal que por bien no venga. Hace unos minutos, unos productores de Hollywood me han ofrecido protagonizar junto a Johnny Depp la segunda parte de Sleepy Hollow.


138 LA CERRADURA DE LO INTOCABLE

El Jorobado de los Libros

No pretendo engañar a nadie. No conozco nada de Lebu, y no sé si alguna vez las plantas de mis pies entrarán en contacto con su superficie. Para los de acá, buscar esa palabra en un mapa supone deslizar la mente hasta el confín del mundo. Contemplar sus parajes a través de una pantalla, ahondar en tierras lejanas pero tan fácilmente reconocibles en cada esquina de nuestro estrecho mundo. Sobran rutas turísticas, información cultural o ubicación geográfica. Tan solo pretendo sentir Lebu, sentir cómo de la fundición de cada uno de los rincones de la Tierra se forja la más hermosa llave jamás concebida. Una llave con forma de diminuto planeta y con espíritu de maestra: abre todas las puertas de la Imaginación. Y me encojo ante la enormidad de Ésta. El riesgo de perderse es alto. La ilusión por no regresar jamás, infinita.

137 HUYE A LEBU

Gacelo

Camina deprisa ¡corre!, ¡huye!, no te gires ni esperes un segundo más, vete a un lugar más seguro como la ciudad de Lebu, y huye de él. Sí, aunque no lo creas no me gustaría encontrármelo en una calle oscura y sombría en medio de una noche con luna llena.
            Pocas veces lo habrás visto, se nota, no sabes lo que puede llegar a ser capaz de hacer: se transforma, camina, te sigue, te susurra… y cuando te das la vuelta pensando que es alguna persona confundida, no vuelves a mirar hacia delante, ahí se acaba todo.

            Pero tranquilo, estaré a tu lado, ayudándote a mirar hacia delante, sin mirar hacia abajo, con la cabeza bien alta. Solo necesitas mi pequeño empujoncito para superarte, no andes, corre, así cuando estés lejos mirarás tranquilo hacia detrás, y verás como esa persona que antes tanto te asustaba era tu propia sombra.

136 ADIÓS, PATRÓN

Erik el Rojo

Recostado sobre su navío, de 190 centímetros de eslora, 63 de manga y 55 de calado, el único tripulante de la misma, Juan Inercia, hombre de la mar y por tanto marinero, como le gustaba aclarar a quién le preguntaba sobre su ocupación u oficio. Aguardaba pleamar desde su puerto base de Lebu, para salir a faenar. Ochenta y tres años a las espaldas, sesenta y cinco de ellos ininterrumpidos afanados a la cubierta de un barco, tras el palometón y el tamborete, y cuando las paradas biológicas obligaban, se dedicaba a enmendar los aparejos de pesca. Sus compañeros de salitre, se disponían a despedir a su patrón previo cumplimiento de su última voluntad, la botadura de la embarcación con una botella de Chicha. Su último jefe de máquinas, tuvo el honor de romper contra el ataúd la botella, despidiéndose del patrón,

-          Adiós, patrón.

135 MIEDO

Sin Rostro

Era una tarde fresca de invierno, caminé decidido sobre las hojas marchitas del parque. Ella estaba sentada en nuestra banca, con la mirada perdida, como siempre, viajando en su universo desconocido.
-Llegas temprano- le dije.
-Al tiempo le gusta jugar conmigo- me respondió alegre.
 La sentí  tan cerca que con tan solo estirar el brazo podía ser mía, pero aún había un vacio entre nosotros.  El miedo de caer detuvo mi intención.  Me conforme con sentarme a su lado, el silencio nos cobijó por unos minutos.
-Me regreso a Lebu- dijo súbitamente.
-¿Por qué?  Pensé que eras feliz aquí… conmigo- contesté alterado.
-Aquí todo se congela, necesito calor. El mar me llama, me extraña- dijo sonriendo y se fue nadando olas imaginarias.

La distancia mental se volvió real. Regresó a su mundo de sirena. Yo sigo ahogándome en ella.

134 LA VENTANA

Angélica Adriana

Ven, acércate a mi ventana amiga mía, he dejado un poco de mi comida para ti; déjame observarte una vez más y hazme compañía al menos desde el cristal para no pasar la soledad encerrada en este cuarto. Hoy hace mucho frio afuera, no podre dejarte entrar, lo siento, porque mi corazón ya no tiene fuerzas y mi respiración me falla. Mi querida amiga Paloma, ¡que hermosas son tus alas!, quisiera tener unas como tu y volar libremente para ver de nuevo el cielo, sentir de nuevo el aire y oler de nuevo el perfume de las flores que no puedo sentir aquí, detrás de la ventana. ¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Me enseñarás a volar? entonces llévame contigo, déjame extender mis alas como lo hace mi amada Lebu… ¡Vuelo! ¡Vuelo! ya siento la brisa en mis cabellos, espérame Paloma que ya veo las nubes y estoy alcanzando el firmamento.

133 UNA BIBLIOTECA PARA LA MEMORIA

Lena Sodik

Un sábado a la mañana en la ciudad de Leu, Sebastian no recuerda dónde dejó el control remoto. “Los recuerdos se escapan con demasiada facilidad”, piensa, y entonces inventa una biblioteca para la memoria.
A partir de ese día cada momento vivido por Sebastian es clasificado, etiquetado y archivado. A sus cincuenta años tiene más de cinco habitaciones repletas de papeles con recuerdos redactados en letra Times New Roman tamaño cinco para ocupar menos espacio.

Hasta que una tarde de viernes, Sebastian descubre que hace meses, quizás años o incluso un lustro, que sus únicos recuerdos corresponden a sí mismo etiquetando recuerdos.  “Los recuerdos se acumulan con demasiada facilidad” piensa, y entonces vacía la biblioteca.  Los recuerdos caen como papel picado de piñata, y él queda sumido en una fiesta de melancolía.

132 CHUCHELANDIA

Monblanc

Tommy e Isaac eran dos niños de 5 años de Lebu a los que les encantaba descubrir cosas.
Un día, que sus padres hablaban con unos vecinos, dejándoles un poco a su aire, se fueron de casa a explorar por los alrededores.
Se metieron en un camión y llegaron a un pueblecito llamado “Chuchelandia” era una pasada, todo estaba hecho de chuche.
Al ver eso, los niños empezaron a comer y a comer todo lo que veían a su alrededor.
Comieron tanto que pronto, se encontraron mal  y llamaron a sus padres pero estaban solos y de tanto gritar, se desmayaron.
Pasaba por ahí un policía que al verlos los reconoció como los niños desaparecidos de Lebu.
Se los llevó y los entregó a sus padres que al verlos se alegraron mucho de tenerlos de vuelta.

Tommy e Isaac aprendieron la lección y nunca más se escaparon de su casa.

131 EL PERRO VALIENTE

Monblanc

Había una vez en Lebu, un niño que se llamaba Manuel que tenía un amigo, su perro Valiente, Valiente no le tenía miedo a nada y Manuel le temía a todo. Por eso, se sentía a salvo con su amigo al lado.
Un día lluvioso, Manuel oyó un  estruendo enorme, era un trueno y el chico se puso a temblar. Se escondió debajo de la cama y llamó a Valiente para que lo auxiliara.
Valiente salió al  balcón para enfrentarse a la tormenta y así demostrar que no pasaba nada.
Estuvo allí un largo rato, mojándose, empapándose pero, le daba igual, con tal de proteger a su amo, haría lo que fuera.
Manuel veía que valiente se iba resfriando y tenía que hacer algo, debía salir de la cama e ir en su auxilio pero, tenía miedo.

Pero... armándose de valor, se enfrentó a sus miedos y salvó a su amigo.

130 EL HÁMSTER VOLADOR

Monblanc

Había una vez en Lebu, un pequeño hámster que podía volar,  era una cosa asombrosa.
Hugo, el hámster no entendía porque él podía y los otros no, se sentía un bicho raro y le asustaba mucho por eso no volaba.
Un día, vio que una niña se había caído en un agujero muy hondo y no podía salir y pensó: pobre niña, tengo que sacarla de allí.
Pensaba y pensaba y no daba con la solución… hasta que, finalmente:
- Ya lo tengo, yo puedo volar, puedo sacarla de ahí! Pero soy muy pequeñito, no sé si seré capaz
Pero el hámster tenía tantas ganas de ayudar a esa pobre niña que confió en él y LO CONSIGUIÓ!

Desde entonces, el hámster Hugo se convirtió en un héroe y siempre que había alguien en peligro, allí estaba él para ayudar y nunca más dejo de creer en él.

129 SIN NOMBRE

Sagar

Carmela—gritó su mamá—ese diccionario no es suficiente para convertirte en la futura presidenta…    
–Pero mamá, me hubiera gustado ir a la escuela como todas en este lugar… ¿Acaso vivimos en un país ignorante?
–Nada de mamá, huevona. ¿Qué sabes de lo que hiciste?—siguió su mamá. 
Carmela no sabía cómo llamar a aquel toque de labios de Eva que se apoderó de ella.
–Este es un país de mierda, no se educa a nadie sino a pocos con derecho, nada es gratuito acá en Lebu, ni en otro lugar—dijo su mamá. 
–No todas somos reinas hija, eres una mujer sólo para hombre—siguió su mamá.

Carmela se calló, bajó sus ojos con lágrimas analfabetas y tiró el diccionario en la basura. 

128 CUERPO MINERAL

Ketchito

El de las malas palabras es un asunto de calorías. Cuando uno come bien o medianamente bien, incluso cuestionablemente bien, se es capaz de Rigoletto, de Jacques Brel, de una declaración o en casos penosos, aclaración de amor, una proteína lo suficientemente viva puede durar un discurso entero de Foucault, en cambio aquel polvo lleno de masticación previa y etiqueta de ayuda internacional, enviado a buena parte del África para llenar de palabras fugaces a niños también fugaces, dura apenas para darse cuenta que el dolor, que la sed, entonces los anticuerpos de la mente, merde, baise, putain; nadie ve a esos niños tan de pie como cuando algo se va de ellos, haciéndoles sentir el cuerpo como un lugar visitado. Lebu, ayer llovió mucho, pareciera que a la lluvia solo le interesa competir con las multinacionales, por eso llueve aquí y no en los desiertos donde nadie la ve hablar.

127 POST MORTEM

Libramentvm

Ella me asesinó envenenándome de una forma vil, rastrera y alevosa. Aprovechando mi debilidad por el gazpacho andaluz bien frío, fue generosa, como no lo había sido en su vida, colmándolo de veneno letal. Cegada por la sinrazón y por los celos infundados hacia mi carrera y, no tanto... hacia mi secretaria, elaboró cuidadosamente su plan. Comenzó una estricta dieta para perder peso, se apuntó al gimnasio, renovó su vestuario y contrató la asistencia del abogado mas despiadado de Lebu para presentar, antes de su estocada mortal, ante su ecuánime señoría, una imagen desvalida y... la demanda de divorcio.
Y aquí me encuentro ahora, en la orilla de los que esperan. Se me ve relajado y con una sonrisa de paz en la cara. Me ex me menospreció al pensar que iría de este mundo sin jugar mi última carta... ¡Qué disfrutes de tu yogurt con bífidus, cariño!



jueves, 14 de noviembre de 2013

126 LEONOR

Paulo Camino

Cuando Rodolfo llegó a la ciudad de Rosario para trabajar en el hotel de un pariente suyo conoció a Leonor, una morena de ojos azules y silueta sensual. Su voz melodiosa y su sonrisa lo cautivaron.
Un año después, Rodolfo, por razones particulares retornó a Lebu, de donde era oriundo… tal vez las nostalgias de su infancia y de las serenas playas de su pintoresca ciudad lo incitaron a regresar.  Antes de partir, se comprometió a volver dentro de dos meses para casarse con Leonor… 
Pasaron dos años… y Rodolfo recién volvió. Ese mismo día concurrió a un restaurante: la mujer del dueño era Leonor... Lagrimeando se abrazaron. Al día siguiente, Rodolfo reanudó su viaje…
A los tres días… al alba, Leonor partió para el hospital, “cosas de mujeres”, aseveró.

Pasaron otros dos años… y el marido de Leonor aún desconoce el paradero de ella… y de Rodolfo. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

125 LAS JOYAS DE LA CIUDAD

Tlonuqbar

Mientras contempla en silencio el enigmático baúl, el anciano deja la llave en sus manos.
De los labios del octogenario –que acaba de confesarle que es su abuelo– brota todavía un débil susurro:
–Alejandro, hijo mío, no te vayas. Hay algo más que debo decirte.
–Dentro del baúl –lo señala como si de ello dependieran las palabras que siguen– encontrarás las joyas de la ciudad de Lebu.
Tras el silencio dejado por estas últimas palabras, un intenso escozor recorre vorazmente la mano donde tiene aprisionada la llave. A pesar del ardor decide no abrirla: ¡Sí!, teme que se la arrebaten.

Avergonzado por su cobardía, abre los ojos. En la habitación, las sombras del atardecer lo han devorado todo. A su costado, en el viejo camastro, el anciano descansa apaciblemente, ajeno ya a los dilemas terrenales.