Camomila
Como
cada tarde de verano, Juan inicia los preparativos de forma casi automática:
desengancha el carromato colocándolo en
la plaza de Lebu y cuida que todo esté dispuesto en su lugar. Inerte en mi
posición observo la rutina previa a la actuación. Antes “los nervios” corroían
mi desgastada madera, ahora ya es coser y cantar. Estiro las cuerdas, el viaje
ha sido largo. Mientras, van colocando las sillas dejando un angosto pasillo
apenas rectilíneo. Algunos niños merodean e incluso uno ha acariciado mi cara.
Me gustaría sonreírle, pero solo soy una marioneta. El lugar se va llenando
poco a poco. Todo está preparado: la función va comenzar.
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