Viajero Solitario
Maravillado
se alza la vista al mar, teñida de rojo amanecer, con suavidad mis pasos iban dejando huella en
las frías arenas a la orilla de las bravas olas que se alzan en saludarme. Tendiendo
el anzuelo al viento, llevado como ráfaga entre las olas, con la fuerza de mi
corazón y la aventura de encontrar un tesoro en el mar de Lebu. Y pesqué un
embravecido congrio, lucha brava se alzó
por los aires, la fuerza mis brazos jalaban con ahínco al pez que con furia
salpicaba las olas, como el más embravecido toro levantando el polvo en la
arena. Uno de los dos cedería rápidamente, no estaba dispuesto a perder, y con
la fuerza de los cañones, logré llevar hasta la orilla a tan maravilloso pez, y
sentado a su lado mirándolo a sus ojos ¡digno duelo me has dado! Le exclame,
mientras decía adiós al mar de Lebu.
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