Desde el otro lado
Ese
tic tac que escuchábamos hace rato nos indicaba
que el silencio de una desgracia estaba muy cerca; mi madre, entre esos
gritos iniciales por un duro parto, dio paso a esa angustia que clama escuchar el silencio de un latido vencido, sin un lamento, o un
entuerto quejido.
Escuchar
ese sonido nos traslada a un tiempo que
se para, la muerte por un fracaso de
vida que nos roba la esperanza, nos desangra nuestra ilusión y el tiempo se hace eterno, aunque los
relojes de esta espera no dejen de recordarme que el tiempo se escapa.
Pero
el milagro nos sorprendió a todos cuando aquel hombre que decía que venia de Lebu, le administró aquel
remedio casero y mi hermano recién nacido y madre volvieron a la par a llorar
una vez mas en nuestro mundo, unas lágrimas que ahora eran el signo de la
alegría.
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