Lindor Aho
El río seguía confiando, misterioso,
los secretos de mapuches y mineros. Cómplice, el océano los recibía en pacto de
silencio para atesorarlos seguros en la isla.
Las inmensas cavernas, orgullosas,
enterraban más y más en sus entrañas los frutos de las furtivas andanzas
montoneras. Con bramidos de toro, cada tanto lo anunciaban desafiantes.
La selva seguía dando refugio, ya
bajo la forma de cantoras aves, a las
fugitivas trinitarias que insistían con seguir haciendo oír sus melodías de
amor y de servicio.
Nada ni nadie parecía estar
dispuesto a otorgarle al caminante el
privilegio de llevarse de Lebu la historia que buscaba.
Tanta complicidad a su alrededor
comenzaba a convertirse para él en una cruz cuando los cerros, aparentemente
conmovidos, lo invitaron a subir al mirador.
El sol, que parecía bañarse
displicente lo miró y, ahogado en una carcajada, se hundió llevándose la luz. A
coro, todo rió a su alrededor.
Me gusta. 151 palabras exactas, qué poco para contar tanto.
ResponderEliminarMuy bueno. Me llevó al lugar.
ResponderEliminarMe gusta. ¿Se habrá dado cuenta el caminante de que ya tenía lo que quería?
ResponderEliminarMuy bueno!, gracias por recomendármelo. Beso,
ResponderEliminarMuy bueno!!!, ingeniosa manera de contemplar los encantos de nuestra querida Lebu sin olvidar detalles primorosos de la historia.
ResponderEliminarFANTASTICO....La historia estaba en el título....
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