Caupolicán
Verano
del 87. Vivíamos en Argentina y ese año fuimos de vacaciones a Chile, mi padre
ingeniero agrónomo, fanático de su trabajo, ya que a cada lugar que íbamos, se
enamoraba de su suelo, de su paisaje, y Chile poseía estos atributos. Fue así
que llegamos a Concepción, un día sábado, el domingo fuimos a recorrer y
después de andar dos horas por la bella costa del pacifico, llegamos a un lugar
que le habían recomendado para visitar de nombre Lebu. Fue como llegar a un
paisaje perdido en el tiempo, con cuevas entre las rocas, hechas por la erosión
o quizás por algún dios mitológico. Quedamos sin habla, obnubilado por esta
gran belleza. La mar con su bravura tallando cada roca, formando figuras
imponentes. Rugiendo en cada ola, bramando como una ópera de Verdi, era algo
único, Jamás imagine que podría existir. Así es Lebu.
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