Nickolsson
Muchos inviernos habían
transcurrido, había caminado por parajes sinuosos y deambulado entre criaturas
inimaginables. Un día se topó con una peculiar puerta. Vacilante, pero nunca
tanto como para detenerse ahí, golpeó. A la distancia, se escucharon pasos
acercarse.
“¿Si?”, se asomó una
mujer, “¿Qué quieres, niña? ¿Acaso no ves que es tarde?”
“Perdón, he perdido mi
reloj. Si quiero saber la hora, mi estómago me avisa con un rugido. Además, no
le tengo miedo a la oscuridad, eso es de cabros chicos”, respondió.
"¿Cabros chicos?
Nunca antes había oído ese término, no llegan muchos caminantes por acá. Y de
dónde se supone que es usted, señorita no-le-temo-a-la-oscuridad",
preguntó.
“Claro, perdón. No me he
presentado. Soy de Lebu, de tierras muy lejanas. Nací y crecí allá. Pero un día
soñé con tener aventuras, conocer nuevas tierras y...", no alcanzó a
terminar, pues su estómago ya había comenzado a decirle la hora.
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