martes, 12 de noviembre de 2013

107 LA NIÑA QUE FUE

Nickolsson

Muchos inviernos habían transcurrido, había caminado por parajes sinuosos y deambulado entre criaturas inimaginables. Un día se topó con una peculiar puerta. Vacilante, pero nunca tanto como para detenerse ahí, golpeó. A la distancia, se escucharon pasos acercarse.
“¿Si?”, se asomó una mujer, “¿Qué quieres, niña? ¿Acaso no ves que es tarde?”
“Perdón, he perdido mi reloj. Si quiero saber la hora, mi estómago me avisa con un rugido. Además, no le tengo miedo a la oscuridad, eso es de cabros chicos”, respondió.
"¿Cabros chicos? Nunca antes había oído ese término, no llegan muchos caminantes por acá. Y de dónde se supone que es usted, señorita no-le-temo-a-la-oscuridad", preguntó.

“Claro, perdón. No me he presentado. Soy de Lebu, de tierras muy lejanas. Nací y crecí allá. Pero un día soñé con tener aventuras, conocer nuevas tierras y...", no alcanzó a terminar, pues su estómago ya había comenzado a decirle la hora.

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