Aurelio
Parecía un fantasma lo que surgió
entre la niebla. Pero era tu cara. Vacía, aterrada... Tus brazos y tus manos,
llenos de sangre seca. Tus uñas sucias.
Tengo el alma
congelada. El sol tampoco ha salido en Lebu y al ver tu figura, arrodillada en
la arena, siento escalofríos. Siento que el aliento se me escapa.
Quisiera gritar
pero no puedo. No sé qué fuerza oculta me lo impide. Quisiera moverme pero… la
tierra va tapando mis pies, mis piernas, mi torso y mis manos. Has dejado de
cavar y descubro que, cuando termines de enterrarme, el fantasma seré yo.
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