Dionisio
No
podíamos dejar la casa sola, la Tía Campana, nuestra vecina, estaba al acecho
de cualquier descuido para avisarle a su hijo Uña Larga y dejarla pelada.
Tres hurtos anteriores nos convencieron
de que podíamos salir de paseo en familia, pero siempre debía quedar uno de
guardián.
Cansados,
un día decidimos colocar una cámara. Dejamos la casa sola en la mañana y en la
tarde apareció Uña Larga en la grabación cogiendo una laptop que tenía pegada
una foto de la ciudad de Lebu en la tapa. Fuimos a la comisaría con la prueba y
lo metieron preso. Al día siguiente, lo trasladaron a un penal fuera de la
ciudad; un mes después, lo vimos otra vez en el vecindario.
La Tía
Campana estaba mejor arrimada a los uniformados que Juanito Alimaña, sí, el de
la canción de Lavoe, pues no tenía un primo, sino un hijo que era policía.
Me gusta el diálogo intertextual explícito que establece el cuento con una canción popular, un rasgo muy posmoderno, por cierto.
ResponderEliminarLa atmósfera de impunidad frente a la delincuencia que se observa en la historia es un reflejo fiel de lo que sucedía y sucede en algunas sociedades de América Latina. Buen cuento.