Salvador Peña
Corría ese viento que
levanta la arena, me golpeaba las piernas. El aire estaba tibio porque ya
llegaba la noche. No fue por valentía, sino por libertad, que decidí quedarme.
Aun no lo sé, pero recuerdo que las estrellas salieron a mirar, mientras otras
se lanzaban poco a poco al mar de Lebu. Cerré mis ojos y escuche murmullos,
suaves risas y ante eso observé a poca distancia, cuatro niñas, quince años
tendrían, sacaban sus ropas y se bañaban en la orilla.
Una sombra negra
observaba arriba en las rocas, cubría parte del cielo, retumbaba en la brisa su
bramido. Todo vibraba, pero ellas no escuchaban. Solo se asustaron y
desaparecieron en el mar cuando la bestia cayó desde arriba con un gemido. El
miedo me congeló por un largo rato. Más tarde me arrastraría al lugar. No
encontré huellas, pero el bramido se quedó para siempre, en la grieta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario