sábado, 16 de noviembre de 2013

147 QUILTRO DE ASALTO

Antonio Paz

Bermúdez gozaba con eso. Era el regalón del jefe. El sapo. Andaba atento a los atrasos, a los comentarios arriesgados, al rebelde de la oficina. Era serio en su papel, un buen perro de asalto para el jefe de sección. Eso fue hasta que la contracción económica hizo lo suyo: ajuste de costos.  Salió con otros más en un finiquito de oprobio entre las risas de sus víctimas anteriores y la indiferencia del funcionario de la Inspección Provincial del Trabajo de Lebu que ni siquiera leyó su nombre en la nómina flaca del recorte presupuestario que hizo el gerente nuevo: el hijo del dueño, quien el mes anterior se había titulado finalmente de Ingeniero Comercial gracias al staff de abogados complacientes que le puso su papito.

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