140. “En el olvido”
por Eduardo Ramírez
Piedad me miró con ojos
esmeralda.
-¡Idiota! –me espetó en
cara.
No hice caso. Me subí a la camioneta con el molesto loro en mi brazo;
mis padres, entretanto, se despedían de tía Luisa. Erika a lo lejos, hacía lo propio
en silencio. Minutos después, ambos estaban en el vehículo, padre encendiéndolo
me vio por el espejo retrovisor, su rostro reflejaba tristeza y desilusión, el
de madre no era distinto.
Desvié la mirada. Me quedé estático, observando un paisaje difuminado
por la velocidad, difuminado como Erika. Una extraña vestida de amiga, un
desengaño aparentando consuelo. Como todos allí, como todo en Lebu.
Bajé la ventanilla muy lentamente, dejándome golpear por un viento recio
y frío; mientras la sostenía en el otro brazo. Cuando hubo quedado abajo, la
lancé.
Lancé a esa ingrata junto con su pajarraco, lancé esos recuerdos difusos
de amor y alegría, lancé esa congoja a donde pertenecía, a Lebu.
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