139. “Amor,
no paguemos” por Eduardo Ramírez
Ambos dirigieron su
atención al otro. Él con una mirada divertida, traviesa; ella con una alegre,
dubitativa.
Atenazaron sus manos,
como quienes piensan, será la última vez que estarán con el otro y temen perderlo
en su riesgosa empresa. Cuando ven acercarse despaciosamente el autobús,
respiran hondo, tomando bocanadas grandes de oxígeno con olor a cigarrillo.
Los corazones palpitan
desaforados, como en la feria del Lebu añorado, sus labios se fundieron por vez
primera en un juego montado sin pagar. Ahora, es tarde para retroceder.
El autobús se detiene
por fin y abre las puertas, invitándolos a pasar. Ella se mueve, sacudiéndose
las dudas, haciendo que él reaccione. Cuando las puertas se cierran ambos están
ya en el interior. Las risas son proferidas poco después de haber partido.
Se abrazan,
reconfortándose, acompasando el tamborileo de su amor. Ese amor lebuense en el
que están obligadas las aventuras y un ardoroso amar.
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