Un grupo de mujeres de la tercera edad,
integrantes de una junta de vecinos de Lebu, devastadas por el fatídico
terremoto del veintisiete de febrero del dos mil diez, caminaban por los
escombros de lo que alguna vez fueron sus hogares. Doña Etelvina divisó algo de
color fucsia que brillaba debajo de un velador en la casa de Doña Marta. Al
recogerlo notó que se trataba de un juguete sexual a pilas. Cuando miró a sus
amigas, éstas estaban petrificadas, con los ojos abiertos de lleno observando
aquel objeto; Doña Marta pudo notar como sus mejillas se encendían producto del
bochorno. Doña Etelvina, con delicadeza, dejó el juguete donde estaba, se paró
y siguió caminando junto a las demás veteranas, que al igual que ella, no
volvieron a pronunciar palabra hasta pasado un buen rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario