La gata frente al espejo siempre pule las aristas a
las palabras recordando los viejos tiempos en casa prestada. Sonríe a sus
nuevos dueños con ojos perpetuos teñidos de irreverencia, no ronronea ni
maulla, observa una y otra vez a quienes antes de agotar su penúltima vida le dijeron
que arañar no era lo que querían. Como si esos instintos pendiesen de la propia
voluntad hecha rutina.
Ahora ella piensa en bellos amaneceres sin dueña, y
acicala su collar para Lebu conquistar dejando atrás espejo, sonrisa y maña.
La gata frente al espejo olvida recordar que ya no es
carnaval y las caretas deben quedar atrás para volver a ser irreverente sin más
en un mundo de a-cuerdos que afilan sus uñas a cada mirada hecha promesa o sonrisa disimulada. Se marcha
dando el salto de fe y pata- asfalto vol(v)emos como cometa a sentirla viva.
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