092.
“La cueva de Lebu” por Tomás Lobo
La sacudida fue breve y estrepitosa. Algunas
rocas se desprendieron, y el polvo amenazó con apagar la fogata. Sin embargo,
la cueva se mantuvo intacta, tal como lo había hecho durante su milenaria existencia.
O eso parecía. Un rumor distinto se apreciaba desde el interior, el sonido de
sus pasos parecía perderse en una nueva profundidad. Con una rama ardiente, se
internó en la oscuridad. En determinado momento, torció su andar hacia una
angosta brecha que bien conocía, y con asombro descubrió que se había
ensanchado. Ahora era posible ingresar.
Asomó medio cuerpo, y se estremeció al
vislumbrar una colosal silueta de algún tipo de estructura, en el medio de una
gran sala. Accedió y sonrió ante lo que apareció ante sus ojos: una antigua
fragata bien conservada, apenas sumergida en una laguna. La leyenda de la cueva
de Lebu era cierta. Bastaría subir a la nave y recoger el tesoro.
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