126. “Amigo imaginario” por
Cristhofer Leiva
Cuando era pequeño despertaba temprano y
ansiaba jugar en el estar o el comedor de la casa. Hubiese preferido salir a la
calles de Lebu pero no me dejaban, así que, por un tiempo estuve bastante solo.
Hasta
que una mañana encontré a un niño debajo de la mesa, nos hicimos amigos en
secreto y reíamos sin parar. Pero la diversión duraba poco, porque apenas
sentía levantarse a mamá él se iba sin que yo pudiera detenerlo. Así que un día
decidí contárselo a mamá, ella no se sorprendió; nos escuchaba riendo todas las
mañanas desde su pieza.
Un día
mamá se levanto muy enojada por nuestro alboroto y nos prohibió volver a jugar
por la mañana. Al día siguiente salí a jugar de nuevo pero esta vez no estaba. Regrese
a la cama y recuerdo que antes de volverme a dormir pensé por primera vez que
los niños también pueden morir.
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