Carrasco era un minero del carbón en Lebu. Su
labor era ardua, de sol a sol; cada día llegaba demacrado a su casa, donde
apenas veía a su mujer e hijos. Trabajó
casi un año entero antes de que le dieran vacaciones; en ese instante decidió
hacer un asado junto a los suyos para celebrar.
Justo al ocultarse
el sol, y como una traicionera paradoja, aconteció un apagón. Carrasco procuró
que sus fornidos brazos resguardaran a su familia, ya que ni los rayos de luna
permitían ver suficiente; lo único que se podía apreciar era el carbón humeante
en la parrilla, que se enrojecía cada vez más, salpicando chispas; como un
pequeño espectáculo de fuegos artificiales que le recordaba que el trabajo duro
lo estaba esperando de vuelta.
Carrasco se acercó
a la parrilla. La botó de una patada. La luz volvió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario