093.
“Ella” por Tomás Lobo
Recostado sobre las tibias arenas de Lebu, juntó
sus párpados. Cuando abrió sus ojos, parada a sus pies, tapando la luz del sol,
ella lo observaba. Lentamente, giró en dirección al mar y dio unos pasos.
-¡Espera, no te vayas!
Ella se volvió, y, como si se tratara de una
obviedad, le dijo:
-No pertenezco a aquí.
-Cántame una vez más esa canción, por favor-,
suplicó.
-Cuando llegue la hora.
Caminó hacia el mar, con su larga melena
ondeando sobre su espalda de amplios hombros, y desapareció ante sus ojos
encandilados por el sol del oeste.
Retornó a buscarla infinidad de veces, a la
misma hora, el mismo mes… sin volver a verla.
Recostado sobre las tibias arenas de Lebu, ya
viejo y cansado, con la última esperanza, cierra los ojos. Ya escucha el canto,
la espuma lo cubre y entreabriendo los ojos, la ve, y se deja llevar.
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