Tengo 15 años; nací en Santiago, pero
actualmente vivo en Lebu. Nos trasladamos con mi madre, mi hermana y mi padre,
luego que a éste lo mandaran por trabajo al sur. Le ofrecieron un excelente
puesto, junto a un sueldo que doblegaba al ganado en la capital. “Tranquila,
mijita. No estés triste” –me repetía incansablemente. Cómo explicarle que lo
que más me costaba era dejar al Pelao, mi pareja de hace dos años. Su familia
sabía de nuestro amorío, la mía no. La razón: era cinco años mayor que yo. No
fue nada fácil el tener que dejar todo atrás. El decirle adiós al hombre con el
que perdí la virginidad; con el que perdería (también) el contacto. Él me vino
a ver una pura vez, al mes de mi llegada. Me quedé con la despedida en el
terminal de buses y con estas palabras: “Espero seas muy feliz, me voy a Europa
a vivir”.
Marc Liart
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