El
carbón andaba en la brisa, en la fresca, era mejor ni acercarse a las minas porque
uno quedaba negro; marcado, con tos y los ojos achinaos. Pero el Tito era
porfiao se paseaba para ver al dueño de toda esa plata, lo quería hacer tonto. Era
un cabro ágil y pillo, sus padres lo habían mandado a un internado, pero él se
escapaba para ver a su hermana chica, la Tere que tenía los ojos verdes de pura
pena. Así fue como en la noche se apareció el dueño y el Tito lo hizo leso, el
hombre solo le advirtió que las mentiras hacen que se vaya el gusto; “el pecado
es negro como la noche y dulce como la maldad”.
En
la casa, el café se sirve con 9 cubitos de azúcar y solo le falta la luna, la que
se llevó a la tía Tere y dejo al Tata con ojos verdes.
Antonieta E. Santibáñez
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