Cuando
éramos unos críos, mi hermano y yo pasábamos las navidades en Lebu en casa de
los abuelos. Celebrábamos todos juntos la Nochebuena y tras año nuevo, nuestros
padres volvían a por nosotros y regresábamos a Santiago.
Nuestra
diversión favorita por las noches consistía en ir a la playa y hacer castillos
en la arena con unos enormes y profundos fosos rodeados de piedras. Después nos
escondíamos entre las dunas con nuestras linternas preparadas, a la espera de
que alguna pareja que corriera tonteando o fuera besándose, cayera en “nuestras
redes”. Entonces los iluminábamos solo un segundo y salíamos pitando muertos de
risa.
El
día que vino la ambulancia porque una chica se había dado un fuerte golpe en la
cabeza y roto una pierna, comprendimos que nuestros actos se habían convertido
en pecado.
Cielo azul
No hay comentarios:
Publicar un comentario