Llegué un martes y ya era
tarde, pasé por la piedra del toro; tres saltos para no nadar en lo hondo. Camine
con el mar en la frente; los cuatro pasos siguientes. En las rocas busqué y nada
solo vi marejadas, me di la vuelta; cinco pasos a la izquierda y se aparecía la
niebla. Decidí dormirme al alba, ahí miré de reojo para que no se asustara el
zarapito que trinaba.
Antonieta
E. Santibáñez
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