Habían
pasado diez días, mamá decidió juntarnos en el Mirador Cerro la Cruz. Lucía
hermosa. Por muchos años había sido la piedra de
sacrificios.
Sacábamos
fotos, y dibujábamos falsas sonrisas. Fingíamos ser turistas. Entonces mamá
preguntó cómo había sido el camino de regreso.
Como escrito en un cuaderno de viajes, cada uno le dio detalles.
Marcos había permanecido oculto en las Cavernas de Benavides. Andrés junto a su
familia había pasado sus días en el Nevado de Chillan. Mamá junto al resto,
fueron a visitar a familiares a las Playas de Millaneco.
Yo el menor de todos, el hijo amado de papá, lo llevé a él a
recorrer las costas de Tirúa. Desde allí cruzamos a Isla Mocha. Fue a la orilla
del mar, lo miré a los ojos y le dije: perdón, pero mamá ya sufrió bastante.
Rápidamente arrojé fuego sobre uno de los agujeros de gas, y pude ver como papá
implosionaba.
NiDai
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