La vida me llevó
a Lebu, que me saludó con aguaceros y gente huraña.
¡Ignoraba su
idiosincrasia!
Me ocupé con dedicación de la salud de los
necesitados.
Me atormentaba
la falta de recursos, burocracia, demora en la atención, descortesía en el
trato. Estaba aislada, nadie solidarizaba con mis demandas.
Caminando, llegué a la cueva del toro, roca misteriosamente
imponente, al borde del mar iracundo.
Oí música
celestial. Un virtuoso joven sacaba hermosas melodías de su violín.
Comentaban que así
solventaba sus estudios.
Personas subían
y bajaban. Risas y gritos en ese monumento natural.
¿Cómo irrespetan
al artista? - me preguntaba molesta.
Me concentré en la
música, que me alejó preocupaciones y malestares.
Tarde,
descendió, tomó sus aportes y marchó.
¡¡¡Yo estaba renovada!!!
Cumplí mi
periodo, regresé a Santiago.
Terminada mi
beca, volví a Lebu.
Corrí a escuchar esa prodigiosa música.
Nada era igual.
Todo lo arrancó la furia del mar en 2010.
María Lorenza
No hay comentarios:
Publicar un comentario