Desde hace 40 años un anciano llega todos los días a
la plaza. No habla ni mira a nadie. Sólo aparece, sagradamente, a las 7:00 pm.
Se sienta siempre en la misma banca. Mirada fija. Perdido en recuerdos que ya
no vuelven. Ensimismado en un pasado distante. Luego de una hora, se levanta, se
enjuga una que otra lágrima y se va. Así, sin más. Sin hablar ni mirar a nadie.
Camina cabizbajo. Sólo levanta la mirada al llegar a la esquina. Mira la
banqueta, se da media vuelta y se aleja. Así, sin más. Sin hablar ni mirar a
nadie.
Algunos dicen que es un viejo loco. Otros, que le
queda poco. Pero nadie sabe su historia. El único testigo fue El Niño Pez. Él
vio cómo, hace 40 años, el anciano se despidió de su amada. Con un beso y una
promesa: la de volver.
Eso nunca pasó… él la esperó, ella nunca regresó.
Camila Márquez
Bien!
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