jueves, 2 de enero de 2020

029.- EL NAUFRAGIO


Llevaba varias horas a la deriva, aferrado al único salvavidas del desaparecido bote. Junto a tres amigos había salido a remar al romper el alba. Tiempo después, el bote había comenzado a hacer agua. De nada valieron los desesperados esfuerzos para que no se hundiera. Era el único que sabía nadar porque había crecido cerca de la costa. Los otros eran del interior y apenas conocían el mar. La lejanía de la tierra firme llegó acompañada de la soledad. Pensó muchas veces en la proximidad de la muerte, pero le habían enseñado desde pequeño que siempre hay que luchar por una esperanza. La misma se hizo realidad al caer la noche. Una corriente lo había acercado a la costa. Logró divisar una luz que giraba. Era el faro de Lebu, que esa noche no orientaba a las embarcaciones, sino a un solitario náufrago cuyos gritos de ayuda habían despertado a todos en el hogar. 
Ismaelillo

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