Era grande y muy hermosa y tenía el color del terciopelo gris. Apareció entre los botes de los pescadores de Millongue, espléndida y jubilosa en su lectura de aguas, rozando la espuma en la suave depresión de las olas hasta perderse en el infinito. Los primeros en verla fueron los niños que maravillados corrieron la voz: ¡hay una mariposa en el mar! Vino mucha gente de Lebu sin entender lo que pasaba. Algunos no veían nada, otros pensaban que era el espíritu de un poeta desaparecido hace tiempo que regresaba para quedarse. El insecto, en tanto, ajeno a toda elucubración y en un alarde de sensitiva precisión cobró vuelo y desde la altura se lanzó al mar. El oleaje la trajo hacia la costa siendo recogida por los niños que la guardaron en una botella con agua y lágrimas de la caleta.
¡Qué más hubieras querido tú, bella mariposa, para dormir en paz...!
Ubel
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