Todo ocurrió en Playa Grande. Al atardecer, cuando unos pocos rayos de sol aún iluminaban el horizonte, apareció como un sueño, emergiendo del mar como un dios ávido de ayuda, como si de un submarino ahogado se tratase apareció ante nuestros ojos ese ser extraño, herido, apagado, que con dificultad consiguió llegar hasta la orilla con la sensación de que ese iba a ser el mejor lugar para morir. La kilométrica costa de fina arena blanca comenzaba a teñirse de rojo debido a las heridas de ese animal. Sin pensarlo mucho agarré mi celular, hice unas cuantas fotos y rápidamente las compartí por Whatsapp y las subí a las redes sociales solicitando ayuda urgente. A los pocos minutos la gente comenzó a llegar a la playa proponiendo medios y soluciones para salvar a ese ser desconocido para nosotros. Unas horas después emprendió un viaje sin rumbo fijo. Los lebulenses consiguieron de nuevo una victoria.
Juan Galopante
No hay comentarios:
Publicar un comentario