Recorrimos silenciosamente la orilla del mar, enriqueciendo nuestros pulmones de aquella brisa tan característica de la zona, al tocar mi mano el tiempo se detuvo, llegamos a una gran caverna natural, en donde recogió una piedra la cual ató a una raíz natural que sobresalía de las rocas. Al obsequiármela dijo: "Cuando el tiempo desee borrar estos recuerdos, toca esto y no se irán". Tiempo después concurría a aquel lugar todos los veranos, buscando el rastro de aquel muchacho.
Escribina
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