Acostumbrada a leer observando el mar por su ventana, sentía que de esta forma las historias sobre marinos tomaban vida. A medida que el tiempo avanzaba deseaba estar cada vez más cerca del mar, de a poco éste iba formando parte de su día a día. Era un 27 de febrero y ella se encontraba sentada a menos de un metro del mar, la conexión entre ambos era tan fuerte que no pudo dar respuesta a los gritos de advertencia. Fue entonces cuando el mar decidió llevarla.
Escribina
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