Había sido un amor a primera vista, no hay que dudarlo, ambos bifurcamos nuestros destinos como por arte de magia: a ella la esperaban en Los Álamos; a mí las araucarias con más de 2000 años, las flores de los copihues, los zorros y los pájaros carpinteros negros; pero todo se nos hizo pedazos cuando decidimos seguir viaje hasta Lebu; acaso un amor a primera vista no lo merece.
Pensábamos tomar el buscarril al día siguiente, pero éste jamás volvió a Lebu; soñábamos sentir la pasión intemperante de penetrar con un beso largo y apasionado por la sombra cadenciosa del Sanzana, al vaivén de su curva en "S", pero nos quedamos allí complacidos de disfrutar los atardeceres, metiéndose entre las olas y el amanecer poético de Lebu.
Que fue un amor a primera vista, no hay que dudarlo; María Antonia fue algo extraordinario; tan extraordinario como la tibia cadencia de Lebu.
Joseth Anlocuet Louet
Bueno.
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