Ángel Meléndez tenía una esperanza en salir de la pobreza en el pequeño poblado de Los Sauces y la única manera era haciendo dinero en gran manera; una maravillosa idea cruzó por su mente, para ello agarró el ferrocarril temprano rumbo a la mina carbonífera de Lebu, aunque anhelaba disfrutar del paisaje desde la ventana, no pudo evitar que los párpados se cerraran en vista al agotamiento en que se hallaba.
—Señor, tenga la amabilidad de despertar.
La voz sonaba confusa, Ángel se sentía como si todo su ser estuviera atrapado en una neblina.
—¡Ah, cierto! —despertó sobresaltado—. ¿He llegado, verdad?
—Si, señor, usted ha llegado a su destino —respondió de nuevo la atractiva mujer.
—Seré rico, finalmente haré mi sueño realidad, seré rico realmente.
—¿De qué habla?
—¿Es la mina de Lebu, o no?
—¡Hey!, saca al señor del vagón que ya llegamos al manicomio, Lucía —ordenó el conductor del tren.
Yukeyi
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