La noche anterior soñó que no era su película la elegida como ganadora en el Festival de Cine de Lebu. Y mientras el triunfador recibía la preciada estatuilla acompañada por los cálidos aplausos del público asistente, él se perdía abatido por las galerías de la cueva de Benavides. Su triste deambular se vio interrumpido por el tenue brillo que asomaba tras unas piedras. No tardó en descubrir que se trataba del legendario tesoro escondido del famoso montonero.
Al día siguiente, cuando la bella presentadora dio su nombre y todas las miradas se posaron en él, le invadió una extraña sensación de alegría y decepción.
Calamardo
El sueno le enseñó que no hay mal que por bien no venga.
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