Le decían "el hombre de las olas" porque todos los días, al atardecer, salía de casa y caminaba la larga avenida que iba en dirección al mar. Llevaba un gorro de lana negro, de poeta, creo, y un abrigo largo que cortaba las olas a dos tajos con el viento. Recuerdo haberlo visto pasear por Playa Grande de Lebu con un poema entre los labios para regalárselo a Perséfone de quién estaba perdidamente enamorado, pero era raro que él, en tanto poeta, no se hubiera enterado del rapto de su amada. Un día desapareció de la playa y las olas entristecidas se recogieron en sus aguas. Cuentan que la última vez que lo vieron caminaba otra ciudad como un iluminado. Llevaba un bastón negro, de madera, en la mano izquierda y entre los labios un verso salado de amor para entregárselo a su adorada Perséfone de Lebu.
Ubel
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