sábado, 10 de marzo de 2018

130.- LA ÚLTIMA PAYASADA

Mi padre murió en Lebu. Lo hizo vistiendo su atuendo de trabajo, tal como predijo.
Una noche de farra, y a raíz de una apuesta, trepó el mástil de la carpa y cayó, muriendo en el acto, el último de su vida.
Lo enterramos en Lebu porque estábamos de paso.
Veinte años después he venido a visitarlo. El pueblo está cambiado, salvo el cementerio; aunque el gran árbol ignoto que recuerdo ahora está seco, quizá agobiado por tanta pena.
Encontré la tumba de mi padre, sumergida bajo la maleza salvaje. Deposité un escuálido ramo de flores y me senté a recordarlo: sus gracias nunca me causaron risa.
Ignoro si el viento que azotaba al camposanto me jugó una mala pasada: lo vi junto a su lápida, con su insufrible traje de payaso, llorando.
Por primera vez me reí de él.
Me acerqué brindándole un abrazo.

Aún permanezco en Lebu. Ahora visto su traje. 
Un Perro Andaluz

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