La carga era más pesada de lo que aparentaba, aunque no por eso iba a
faltarme fuerza, incluso si ya había usado mucho de ella. Sin embargo, lo que
no había previsto era que las olas fueran tan poco gentiles con mi causa, de
modo que me atrasé. Pero no pasaba nada, pues todo podía proseguir según lo
planeado.
La caverna Benavides lucía como la recordaba: oscura y llena de rocas. Me
dirigí a la piedra que tantas veces había examinado y dejé que ella se ocupara
de proteger al cuerpo y de embellecer su terrible condición. Me despedí con una
simple mirada y con la mente llena de recuerdos.
Al salir, el Sol naciente me recibió y yo no pude hacer más que
abrazarlo y respirar el aire que traía el nuevo día.
Júpiter Menfis
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