Pese al llanto de las aves que presagia lluvia,
madre se sienta frente al espejo para retocar su vaporoso peinado y repasar el
furioso carmesí de sus labios. Dibuja una mueca frente al espejo que estudia
con una sonrisa, está frenética por el próximo encuentro. Antes que el
cielo llore, ella se encamina hacia el muelle de Bocalebu y, en soledad albergada
bajo un paraguas, espera el próximo arribo. Pero hace años que el Puchoco se olvidó
del puerto de Lebu. Pese a eso, madre regresa a casa contenta, comentando lo
bien que lo pasó a bordo, disfrutando de una abundante once, mientras afuera
llueve con furia.
Un Perro Andaluz
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