Pasé
mis vacaciones de invierno en Lebu. En las calles caminaba menos gente, el mar
de la playa era más helado, los trozos de carbón en las olvidadas minas se
trisaban más de lo que estaban, el sol, que en verano era tapado por los
frondosos árboles, menos alumbraba. Pero a pesar de todo esto, uno estaba
siempre acompañado del calor más agradable. El calor del Lebuense que recibe a
todo visitante con un abrazo y un bienvenido puesto en los labios de quién te
recibe, con ropa bien abrigada y mostrando un lugar hermoso para viajar.
Baśič
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