A doce
pasos después del primer desvío, encontré el pasaje a la parte inferior de la
cueva. Ayudado por los hermanos Martin y Javier oculté aquel hermoso tesoro,
tapándolo con siete enormes rocas y algo
de arena. Esa misma noche descansamos a dormir, pero solo yo pude ver el
amanecer. A mis leales ayudantes les pedí que guardaran el secreto con su vida,
ahora deben entender a lo que me refería.
Llegó
el momento de volver al Perú con el resto de mis hombres en una chalupa. Confío
en que pronto volveré a regocijarme con las riquezas que he ocultado, si no es
en esta vida, vendré en la próxima. ¡Pero
volveré por él!
Vicente Benavides
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