Ella caminaba por las calles de Lebu, un poco
desorientada, el viento soplaba en su
cara, podía sentir su humedad; a su alrededor un paisaje que la llamaba a quedarse, cálido como
sus entrañas y a la vez frio como sus pensamientos. Cada vez que extrañaba el
calor de su hogar una energía mágica proveniente de esa comuna, sus ríos y sus
playas, la inundaba con una fuerza poderosa, mística, misteriosa, similar a la
grandeza de sus piedras rocosas. Ella, mujer creadora, capaz de unir y
acariciar almas fue asentándose sin darse cuenta. Ya han pasado cinco años y
aún no sabe si fue el destino o la casualidad quien la puso allí, descubrió que
se ha vuelto a enamorar, de esa comuna, su cultura, su comida, de su gente
trabajadora, así como tú, así como yo, al caminar por las calles de Lebu.
Silvia
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