Júrenme
que si les cuento no le van a andar diciendo mi secreto a esos bichos feos que
se esconden debajo de mi cama. Se despiertan cuando yo duermo y me pinchan con
agujas los dedos de los pies, no importa en qué colchón del mundo me acueste,
ellos me encuentran y por la mañana tengo los pies sangrando. Pero hace ya
varias noches que los traigo desconcertados y ahí es donde entra mi secreto:
Cuando las estrellas se juntan todas en el cielo, escapo de los cuartos y sin
que la gente que dice que tengo esquizofrenia me vea hago un nidito en el cementerio y me quedo ahí
durmiendo toda la noche, con fantasmas, pero sin bichos. Son ellos –los
fantasmas, por si no quedó claro– los que no dejan que los bichos de las agujas
me encuentren. A veces las ratas me sirven de almohada y en las cruces cuelgo
mis peluches.
Adelaida
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