Te vas a Lebu, tan lejos de Madrid que
apenas puedo asimilarlo. Me pides que vaya contigo, que continuemos esta locura
que es amarnos en el otro extremo del planeta.
Pongo en un plato de la balanza mis
sentimientos, pero cuando deposito en el otro mi trabajo, mi familia y mi vida
tú te enfadas. Gritas que nada debería ser más importante que nosotros. Luego
lloras y me preguntas como puedo dejarte ir sola.
Trato de pensar, pero apenas puedo
entender lo que está sucediendo. Dos billetes de avión con fecha de mañana, que
reposan sobre la mesa, tampoco me ayudan. Agarrando fuertemente la maleta que
ya tenías preparada y cogiendo uno de los pasajes, te despides sustituyendo palabras
por lágrimas. Me dejas solo, intentando razonar mientras escucho avanzar las
manecillas de mi reloj de pulsera.
Sé que mañana me estarás esperando en
la cola de embarque, pero ni yo mismo se si estaré allí.
Mercurio
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