Con los ojos
desbordando amor miraba aquella lápida. El susurro de su voz se iba con el
viento, mismo que agitaba los árboles del cementerio simbólico de Lebu. Ella
miraba enternecida aquel lecho vacío, como si no supiese que su amado no estaba
ahí. Reía mientras contaba al pedazo de granito cómo las olas besaban las
orillas de las playas.
Después de todo, quien
en este cementerio es conmemorado, no ha hecho sino convertirse en inmortal. Su
voz, repleta de ternura, no decía sino las ganas con que esperaba su regreso.
Porque él habría de regresar como todo el que ahí era honrado.
Lizzy Borja
No hay comentarios:
Publicar un comentario