Todo estaba listo para la llegada a Lebu. A la hora
programada el transporte tocó suelo sin contratiempos, tal y como el piloto comunicó
por radio a sus superiores situados en una lejana base norteamericana.
La operación, que había sido diseñada y planificada con todo
detalle, contaba con el beneplácito de la ONU. Las primeras unidades
procederían a afianzarse en Lebu y luego ampliarían progresivamente su radio de
acción. El objetivo era conquistar la mayor superficie posible.
Hombres perfectamente entrenados y meticulosamente
equipados descendieron por la escalera metálica. Sus botas pisaron el suelo de
Lebu y, con un preparado discurso, proclamaron la nueva autoridad sobre el
territorio. Plantaron una simbólica bandera que así lo atestiguaba.
Los chilenos, pegados a sus televisores y radios, no
acababan de creerse que aquello estuviera sucediendo realmente. Pero en el
siglo XXI, cuando todo acontecimiento es televisado en directo, no tiene cabida
la duda. El hombre acababa de pisar Marte.
Mercurio
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