Con
los zapatos en la mano, caminé descalzo por las arenas blancas de la playa
Millaneco. Era una tarde invernal. La neblina colmaba la bahía de una tensa
sensación de soledad. Algo me había indicado que era necesaria mi presencia en
ese lugar. Mi destino me llevó cerca de unos roqueríos imponentes que eran
adornados por moluscos y gaviotas que revoloteaban emitiendo sonidos
estremecedores. Decidí sentarme en la arena húmeda y fría como un puñal.
-¿Vicente?, ¿eres tú? - una voz ronca, entrecortada e inhumana me susurró detrás
de mí.
Al
darme vuelta la oscuridad del atardecer sólo me permitía ver una silueta
masculina vestida con un uniforme de soldado de la época de la independencia de
Chile.
-Sí,
soy Vicente Benavides- afirmé en tono solemne sin dejar de mirar al horizonte-
He venido a pagar lo que debo- dije parándome, y tomando el rumbo hacia los
viejos roqueríos.
Mariana Latorre
Sentido real y fantástico de un lugar tradicional...muy bien elaborado.
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