Querida hija:
Como te anticipé, tu papá y yo hemos decidido
acompañarnos en este tránsito.
A tiempo regresamos de las playas, ahora que anochece. Busco protección
bajo retazos de sombra de los árboles, me acompañan los pájaros, acarician el
aire. Lagrimeo, siento la necesidad de despedirme.
Al regresar a la gran cueva, quedamos deslumbrados por la oscuridad. Papá
frunce el ceño por el arrullo del viento y de las olas que rompen sobre la
playa pero no se inquieta cuando advierte que el canoero ya se acerca, siempre dijo
que la sorpresa sólo demora la fatalidad. En la certeza del final papá le
entrega la tanza y los anzuelos y define la orilla del mar para partir hacia la
Isla Mocha.
Caronte
encara la canoa hasta perdemos en el horizonte marítimo.
mamá
Alfonsina
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