Cada vez que se da la oportunidad, y sin
bisagra que atisbe, el Maikol se echa al hombro un balón de cinco y se hace de
algunas lucas. Visita al farmacéutico de la pobla y enfila hacia el cerro, a
visitar a la jefa. Ahí, entre sicodélicas puestas de sol le cuenta todos sus
rollos. Muchas veces se molesta ante el silencio indolente de la mujer y marcha
furioso. Pero siempre vuelve, ensayando un escandaloso acto de fetichismo, a
modo de disculpa, y besa los descalzos pies femeninos. Entonces, consume
desesperado una nueva prescripción médica, confiándole su sueño de volar al
sol. Varias veces lo ha intentado, aunque siempre desiste: ella se lo impide…
Ayer, Maikol faltó a la cita: una balacera lo
encontró en plena línea de fuego. Mientras caía,
creyó viajar al sol, junto con la señora. En el cerro no hay lugar para el Maikol, pero si una lágrima de piedra.
Un Perro Andaluz
No hay comentarios:
Publicar un comentario