Sentado frente al mar en su silla de ruedas el
anciano pescador contempló con nostalgia el pequeño lanchón anclado en la bahía
lebulense que parecía flotar al amparo de las olas .Sus ojos, claros como el agua,
se colgaron, entonces, al recuerdo de aquellos gloriosos días de pesca de
pretéritas jornadas. Con la esperanza de vivir días mejores sus manos trabajan
la arcilla una y otra vez mientras gruesas gotas de sudor resbalan de su frente
humedeciendo la tibia arena de la playa. Cuando tomó la
gaviota de arcilla con la pinza artesanal para incorporarla a la botella donde,
desde la mañana, ya se encontraban instalados su mujer y sus hijos en la cubierta del lanchón,
sintió que la mano le temblaba y pensó que el tiempo ya no era el mismo de
antaño sino algo inventado por él como ese mar de plasticina artesanal
endurecido dentro de la botella.
Olaz
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